6 espeluznantes historias reales que ocurrieron durante un entrenamiento

¡Abstenerse personas sensibles!
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Eine Frau macht Stretching abends draußen urbazon

Halloween es el momento perfecto para los cuentos de terror. Pero no siempre hay que esperar al 31 de octubre para llevarse un susto. Los momentos de terror que te ponen la piel de gallina pueden ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento, incluso cuando estás haciendo ejercicio. Todos lo sabemos. Has probado una nueva clase de fitness y todo lo que podía salir mal, ha salido mal. O te olvidaste la muda y tuviste que ir a trabajar con la ropa sudada del gimnasio.

Con motivo de Halloween, hemos pedido a nuestra familia foodspring que nos cuente sus historias de fitness más terroríficas. Si te atreves, sigue leyendo…

Más información: ¡Espanta a tu yo perezoso con nuestro entrenamiento de Halloween!

Cuando tu ritmo cardíaco te revela más de lo que quisieras saber

«Me apunté a una clase de spinning en el gimnasio. Para los que no conozcan las clases de BEAT81, tienes un pulsómetro para medir tu ritmo cardíaco durante la clase. La frecuencia cardíaca actual se muestra en una pantalla grande para que todos la vean. El objetivo es superar el 81 %, porque ese es el punto en el que debes mejorar tu resistencia. Antes de que comience la clase, normalmente tienes una frecuencia cardíaca en reposo del 61 %. Pero ese día vi de repente en el aula a un chico con el que llevaba tonteando un par de semanas. De repente, mi frecuencia cardíaca subió al 75 %. Todos los de la clase podían verlo y mi nombre estaba justo al lado. Entré en pánico y rápidamente empecé a saltar y a fingir que estaba haciendo mi calentamiento para que los números de la pantalla tuvieran sentido».

Cuando devolver las pesas trae consecuencias sangrientas

«Estaba soltando platos de 40 kg en el estante de pesas y se me atascó el dedo meñique entre los discos. No sentí ningún dolor, pero cuando me miré el dedo, ¡parecía una flor abierta! Casi me desmayo. El personal del gimnasio llamó a una ambulancia y me llevó al hospital. Tras la operación, lo primero que le pregunté al médico fue: ‘¿Cuándo puedo volver al gimnasio?’. ¡Me dijo que tuve suerte de conservar la punta del dedo! Ya no noto nada, aunque el dedo siempre tendrá una forma extraña. ¡Pero me alegro de no haberlo perdido!»

Cuando tu primera clase de hot yoga se convierte en la última

«Soy una friolera total y un sábado lluvioso me hizo ilusión participar por primera vez en una sesión de hot yoga a unos acogedores 40 grados de temperatura. La sesión de yoga duraba 90 minutos y estuve maldiciendo durante cada uno de ellos. Tras unas cuantas flexiones hacia delante y hacia atrás, pasamos al flow principal y ya podía decir que me estaba despidiendo del tan esperado relax. En la postura Garudasana, en la que envuelves una pierna alrededor de la otra, la desesperación se apoderó lentamente de mí. El sudor corría por mis piernas y era casi imposible mantener esta posición estable. Cuando por fin nos permitieron hacer la Shavasana, estaba sudada como nunca he estado en mi vida y nada relajada».

Cuando el ego se interpone en tu camino

«Estaba visitando a mi padre en vacaciones y fuimos juntos a una clase de spinning..Era mi primera clase de spinning y mi padre me advirtió que iba a sufrir, pero no me tomé en serio sus advertencias. Vivo en Holanda. Voy en bicicleta todo el tiempo. Además, mi padre es un hombre regordete de mediana edad. ¿Qué podría salir mal? Fue la peor hora de mi vida. No solo tuve que rendirme ante mi viejo padre, sino que además llevaba una camiseta gris y unos leggings que estaban totalmente sudados. Y, por supuesto, se me puso la cara como un tomate. ¡Un tomate frío, empapado y con el pelo encrespado! Me prometí que no volvería a ir, pero hace unas semanas volví a hacerlo y después me arrepentí de mi decisión».

Cuando consigues un nuevo «peinado» después de una ruta en bicicleta

«Hace tres años iba en bicicleta por los Países Bajos cuando de repente me adelantó una moto. Fue bastante rápido y me cogió completamente por sorpresa, así que caí al suelo y me estrellé contra el arcén. Perdí el conocimiento y me desperté en un hospital. Un médico que casi no hablaba inglés me cosió la cabeza. Grité y le rogué al médico que no me quitara el pelo porque no quería tener una zona calva en mi cabeza, pero él no entendía ni una palabra. En cuanto me dejaron salir, corrí directamente al baño para mirarme la cabeza en el espejo. Tenía 5 puntos de sutura y solo una pequeña calva en la cabeza. Por suerte no me pasó nada peor. Y tampoco se dio cuenta casi nadie de mi nuevo ‘peinado’».

Cuando recibes un mal consejo

«Hay una carrera muy popular en Nueva York, la Fifth Avenue Mile, de tan solo 1,6 km. Era la segunda vez que la corría y estaba en pleno entrenamiento para un maratón. ¡Nada, un paseo! Resultó ser la carrera más dolorosa de mi vida. Un corredor de corta distancia me dio el mal consejo de empezar con un sprint y después bajar gradualmente la velocidad. Así que corrí los primeros metros cuesta arriba a toda velocidad y me puse al frente junto con otros corredores muy preparados. Todavía me quedaban tres cuartas partes del camino por recorrer cuando mi alma abandonó de repente mi cuerpo. Mi cerebro se apagó y mi oído se embotó. Mis piernas dejaron de funcionar. Quería vomitar, pero no tenía fuerzas. Pensándolo ahora, probablemente tuve acidosis láctica (sobreacidificación de la sangre debido al lactato). Después de llegar a la meta, un sanitario preocupado me preguntó si me encontraba bien después de una… carrera de un kilómetro. Dije que sí, pero la verdad era que no. Tardé una hora entera en volver en mí y dejar de sentir que tenía electricidad corriendo por mis venas».

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Fuentes del artículo

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